No me mueve mi Dios
Para quererte el cielo
Que me tienes prometido,
Ni me mueve el infierno
Tan temido,
Para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor,
Muéveme el verte
Clavado en esa Cruz y Escarnecido
Muéveme el ver
Tu cuerpo tan herido,
Muéveme Tus afrentas y Tu muerte.
Muéveme, al fin, Tu amor,
Y en tal manera que
Aunque no hubiera cielo,
Yo te amara,
Y aunque no hubiera infierno,
Te temiera.
No me tienes que dar
Porque te quiera
Pues aunque lo que espero,
No esperara,
Lo mismo que te quiero,
Te quisiera.
Santa Teresa
de Ávila. (1515-1582)